Los síntomas se desarrollan habitualmente de forma gradual a lo largo de días o semanas. Una persona que está entrando en una depresión puede aparecer lenta y triste o irritable y ansiosa. Una persona que tiende a concentrarse en sí misma, a hablar poco, a dejar de comer y a dormir poco está experimentando una depresión vegetativa. Una persona que, además, está muy inquieta retorciendo las manos y hablando continuamente está experimentando lo que se conoce como depresión agitada.
Muchas personas con depresión no pueden expresar normalmente sus emociones (como la aflicción, la alegría y el placer); en casos extremos, el mundo aparece ante ellos como descolorido, sin vida y muerto. El pensamiento, la comunicación y otras actividades de tipo general pueden hacerse más lentos, hasta cesar todas las actividades voluntarias. La gente deprimida puede estar preocupada por pensamientos profundos de culpabilidad e ideas autoofensivas y puede no ser capaz de concentrarse adecuadamente. Estas personas están a menudo indecisas y recluidas en sí mismas, tienen una sensación progresiva de desamparo y desesperanza y piensan en la muerte y en el suicidio.
En general, los depresivos tienen dificultad para conciliar el sueño y se despiertan repetidamente, sobre todo temprano por la mañana. Es habitual una pérdida del deseo sexual o del placer en general. La alimentación escasa y la pérdida de peso conducen a veces a la emaciación, y en las mujeres se puede interrumpir la menstruación. Sin embargo, el exceso alimentario y la ganancia ponderal son frecuentes en las depresiones leves.
En cerca del 20 por ciento de los depresivos, los síntomas son leves, pero la enfermedad dura años, a menudo décadas. Esta variante distímica de la depresión a menudo comienza temprano en la vida y se asocia con cambios característicos de la personalidad. Las personas en esta situación son melancólicas, pesimistas, no tienen sentido del humor o son incapaces de divertirse, son pasivas y aletargadas, introvertidas, escépticas, hipercríticas o en constante queja, autocríticas y llenas de autorreproches. Están preocupados por la inadecuación, el fracaso y por los acontecimientos negativos hasta tal punto que llegan al disfrute morboso con sus propios fracasos.
Algunas personas depresivas se quejan de tener una enfermedad orgánica, con diversas penas y dolencias o de miedos por sufrir desgracias o de volverse locas. Otras creen que tienen enfermedades incurables o vergonzosas, como el cáncer o las enfermedades de transmisión sexual o el SIDA, y que están infectando a otras personas.
Cerca del 15 por ciento de las personas deprimidas, más comúnmente aquellas con depresión grave, tienen delirios (creencias falsas) o alucinaciones, viendo u oyendo cosas que no existen. Pueden creer que han cometido pecados imperdonables o crímenes o pueden oír voces que les acusan de varios delitos o que les condenan a muerte. En casos raros, imaginan que ven ataúdes o a familiares fallecidos. Los sentimientos de inseguridad y de poca valía pueden conducir a las personas intensamente deprimidas a creer que son observadas y perseguidas. Estas depresiones con delirios se denominan depresiones psicóticas.
Los pensamientos de muerte están entre los síntomas más graves de depresión. Muchos deprimidos quieren morir o sienten que su valía es tan escasa que deberían morir. Hasta un 15 por ciento de las personas con depresión grave tiene una conducta suicida. Una idea de suicidio representa una situación de emergencia y cualquier persona así debe ser hospitalizada y mantenida bajo supervisión hasta que el tratamiento reduzca el riesgo de suicidio.